Fue por esa razón que el gran consejo decidió reunirse.
-¡Debemos crear de nuevo el Sol!- Dijeron todos.
-Yo mismo puedo ser el Sol- se ofreció Tezcatlipoca Negro y, prestamente, se acomodó en el cielo y comenzó a alumbrar la tierra, convirtiéndose de este modo en el primer sol o la primera era.
Pero, como es de esperarse entre los Dioses, esto no quedaría así. Quetzalcóatl, al ver brillar a Tezcatlipoca ene le cielo, se puso muy celoso.
-Yo también siento deseos de ser quien alumbre el mundo-Dijo.
Velozmente, corrió hasta donde se encontraba Tezcatlipoca Negro resplandeciendo y lo derribó de un fuerte golpe.
Ni bien Tezcatlipoca cayó a las aguas, Quetzalcóatl se puso a alumbrar, y así se convirtió en el segundo sol. Pero los Dioses no se rinden fácilmente ni en las primeras batallas; por lo tanto, el abatido Tezcatlipoca Negro, que tenía muchas habilidades, emergió de las aguas convertido en Tigre y, con un violento zarpazo, tumbó a su adversario.
Y parece que la lucha le despertó el apetito porque, Quetzalcóatl, se comió a unos gigantes que vivían en la Tierra.
-¡Ahora verás!- exclamó Quetzalcóatl furioso y, para vengarse, soltó terribles vientos y feroces ciclones que comenzaron a arrasar con todo.
La gente en la tierra estaba muy asustada, corría desesperada buscando inútilmente un refugio, pero era imposible huir de aquellos ventarrones tan poderosos.
-¡Si fuéramos animales, podríamos escapar a los montes!- gritaban todos angustiados y, al escuchar estos ruegos, los Dioses los convirtieron en monos.
-¡Que mal nos salen las cosas!- exclamaban los Dioses del centro del cielo, pues ya habían inventado dos veces a los seres humanos.
-Yo quiero ser el Sol- manifestó de repente Tláloc, quien inmediatamente alumbró la Tierra y se convirtió en el tercer sol.
Todo parecía marchar bien, pero como Tláloc era el Dios de la lluvia, hizo que cayera fuego desde el cielo, convirtiendo a los ríos en llamas que brotaban de los volcanes.
Nuevamente la gente corría muerta de miedo.
-¡Únicamente siendo pájaros nos salvaríamos!- gritaban los humanos, mientras trataban de escapar de las calientes llamas.
Confundidos por el desorden, los Dioses transformaron a las personas en gaviotas, golondrina, tzentzontles y muchas otras aves de diversos colores y tamaños para que pudieran salvarse volando hacia los más alto.
-¿Qué haremos ahora?- se preguntaban los Dioses, que una vez más se habían quedado sin seres humanos.
Fue en ese preciso momento que Quetzalcóatl les propuso erigir a Chalchiutlicue, Diosa del agua, cómo nuevo astro solar. Los Dioses estuvieron de acuerdo, y así Chalchiutlicue se convirtió en el cuarto sol, sien embargo tampoco esta vez la idea dio resultado.
Como ella era Diosa del agua, sólo deparó a la tierra inundaciones y lluvias interminables.
La gente estaba nuevamente acorralada por la catástrofe-¡Sólo si fuéramos peces podríamos salvarnos!- gritaban los humanos, apunto de ahogarse.
Entonces, los Dioses accedieron al pedido convirtiéndolos en peces y en todos los demás animales que existen en los mares, en las lagunas y en los ríos.
Y como llovió por días y días el cielo terminó cayéndose sobre la tierra.
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca Negro, tuvieron que convertirse en un par de árboles para sostenerlo.
Los Dioses quedaron muy tristes porque habían fallado en su intento de crear al sol y, como si fuera poco, habían acabado con la raza humana.
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