sábado, 5 de marzo de 2016

La Princesa Purépecha (Leyenda Purépecha)

La princesa más hermosa nacida en la región purépecha era hija de uno de los más poderosos caciques de esos señoríos. Descendiente de un rey sólo podía aspirar a enamorarse del hombre que guardara arrojo y valentía en su corazón.
Sólo halló estas cualidades en el jefe de un ejército enemigo sucumbiendo inevitablemente al sentimiento que doblega a las voluntades más fuertes. Siendo correspondida se hizo fuerte para defender esta relación ante todas las dificultades que le podía acarrear su inclinación.
El padre de ella al enterarse contuvo su ira y puso una condición al pretendiente para poder entregarla: “Pelear contra los caciques enemigos”. El guerrero enamorado hasta la locura aceptó el reto sin vacilar. Luchó contra los reinos vecinos siempre saliendo vencedor.
Cuando no quedó uno solo sin ser doblegado regresó para exigir la otra parte del trato la mano de la princesa. El padre dijo: Falta por vencer a un príncipe el más vigoroso Yo. ¡Si es una exigencia estoy dispuesto! contestó preparándose para la lucha.
La princesa plantada en medio de los dos para evitar el enfrentamiento pidió al amado que se fuera: “No quiero ser la causa de la muerte de ninguno de los dos. Si mi padre gana te pierdo para siempre. Si tú sales vencedor no podría casarme contigo”. El joven aceptó su voluntad y se fue ante la mirada irónica del rey que sin ningún golpe había salido vencedor.
No bien lo hizo la princesa se desvaneció sintiendo que su cuerpo ardía y una telaraña húmeda envolvía sus cabellos. Desesperada subió a un cerro a llorar. Su mirada se perdía a lo lejos con la esperanza de verlo de regreso. Él nunca lo hizo.
Gritó a los dioses: “Mi obediencia filial fue premiada con el engaño la mentira y la infelicidad no puedo amar a mi padre ni a mi pueblo el único al que amo partió obedeciendo mi mandato”. Sus lágrimas eran tan pesadas y candentes que hicieron un pozo que se fue desbordando al paso de los días ahogando a la princesa e inundando al pueblo que quedó cubierto por lo que ahora se llama lago de Zirahuén.
Cuentan que la enamorada aparece algunas veces en la superficie del lago en forma de sirena y ahoga hombres que confunde con su obediente amor mientras llora la ausencia de su amado.

Leyenda de la Mujer Xtabay (leyenda maya)


Cuenta la leyenda que la mujer Xtabay es una mujer muy bella que suele encantar a los hombres que por las noches se aventuran en los caminos. Se esconde al pie de la más frondosa ceiba, los atrae, los seduce y cruelmente los mata.
Hace mucho tiempo existieron dos mujeres, una era la "Xtabay" buena y solidaria con los pobres y enfermos, pero estaba enferma de pasión y era su afán prodigar su cuerpo y belleza a cuanto hombre se lo solicitaba, por lo cual era despreciada por todo el pueblo. La otra "Utz Colel", hermosa de igual forma, era fría, orgullosa, dura de corazón y le repugnaban los pobres, pero jamás había cometido ningún desliz amoroso.
Un día la gente no vio salir más a Xtabay. Pasaron los días y por todo el pueblo se comenzó a esparcir un fino y delicado perfume de flores. Al buscar de dónde venía, llegaron a la casa de Xtabay a quien encontraron muerta.
Utz-Colel dijo que era mentira, que de un cuerpo vil y corrupto no podía salir sino podredumbre y pestilencia, que aquello debía ser cosa de los espíritus malignos tratando así de continuar provocando a los hombres. Agregó que, si de aquella mala mujer provenía ese perfume, cuando ella muriera habría entonces un increíble aroma.
Unos pocos enterraron a Xtabay, más por lástima y obligación que por gusto. Al día siguiente, su tumba estaba cubierta por flores hermosas y de delicado perfume.
Cuando murió Utz-Colel todo el pueblo acudió a su entierro. Para asombro del pueblo, su tumba no exhalaba un fino perfume, sino que aún cubierta de tierra despedía un hedor intolerable.
La flor que nació de la tumba de Xtabay se llamó Xtabentún, una humilde y bella flor silvestre que crece en cercas y caminos. Su néctar embriaga dulcemente, como debió ser el embriagador amor de Xtabay.
Por su parte Utz-Colel se convirtió después de muerta en la flor de Tzacam, que es un cactus erizado de espinas del que brota una flor, hermosa pero sin perfume alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla es fácil punzarse.
Convertida Utz-Colel en la flor del Tzacam comenzó a reflexionar, envidiando lo sucedido a Xtabay, y llegó a la errónea conclusión de que seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le ocurrió todo lo bueno que le ocurrió después de muerta. Y entonces pensó en imitarla entregándose también al amor. Sin darse cuenta de que si las cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de Xtabay, quien se entregaba al amor por un impulso generoso y natural.
Así pues con la ayuda de malos espíritus, Utz-Colel consiguió la gracia de regresar al mundo cada vez que lo quisiera, convertida nuevamente en mujer, para enamorar a los hombres, pero con amor nefasto porque la dureza de su corazón no le permitía otro.
"Pues bien, sepan los que quieran saberlo, que ella es ahora la mala Xtabay la que surge del Tzacam, la flor del cactus punzador y rígido, y cuando ve pasar a un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de Tzacam erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal."

jueves, 3 de marzo de 2016

Los Cuatro Soles (Leyenda nahuatl)

Los grandes Dioses del centro del cielo ya habían creado la Tierra, el agua y el fuego. Los Dioses de Mictlán, la región de los muertos, estaban muy contentos por todas estas maravillas. Sin embargo, advirtieron que el Sol no les había quedado muy bien, pues alumbraba muy poco y no calentaba.
Fue por esa razón que el gran consejo decidió reunirse.
-¡Debemos crear de nuevo el Sol!- Dijeron todos.
-Yo mismo puedo ser el Sol- se ofreció Tezcatlipoca Negro y, prestamente, se acomodó en el cielo y comenzó a alumbrar la tierra, convirtiéndose de este modo en el primer sol o la primera era.


Pero, como es de esperarse entre los Dioses, esto no quedaría así. Quetzalcóatl, al ver brillar a Tezcatlipoca ene le cielo, se puso muy celoso.
-Yo también siento deseos de ser quien alumbre el mundo-Dijo.
Velozmente, corrió hasta donde se encontraba Tezcatlipoca Negro resplandeciendo y lo derribó de un fuerte golpe.


Ni bien Tezcatlipoca cayó a las aguas, Quetzalcóatl se puso a alumbrar, y así se convirtió en el segundo sol. Pero los Dioses no se rinden fácilmente ni en las primeras batallas; por lo tanto, el abatido Tezcatlipoca Negro, que tenía muchas habilidades, emergió de las aguas convertido en Tigre y, con un violento zarpazo, tumbó a su adversario.

Y parece que la lucha le despertó el apetito porque, Quetzalcóatl, se comió a unos gigantes que vivían en la Tierra.
-¡Ahora verás!- exclamó Quetzalcóatl furioso y, para vengarse, soltó terribles vientos y feroces ciclones que comenzaron a arrasar con todo.

La gente en la tierra estaba muy asustada, corría desesperada buscando inútilmente un refugio, pero era imposible huir  de aquellos ventarrones tan poderosos.
-¡Si fuéramos animales, podríamos escapar a los montes!- gritaban todos angustiados y, al escuchar estos ruegos, los Dioses los convirtieron en monos.
-¡Que mal nos salen las cosas!- exclamaban los Dioses del centro del cielo, pues ya habían inventado dos veces a los seres humanos.
-Yo quiero ser el Sol- manifestó de repente Tláloc, quien inmediatamente alumbró la Tierra y se convirtió en el tercer sol.

Todo parecía marchar bien, pero como Tláloc era el Dios de la lluvia, hizo que cayera fuego desde el cielo, convirtiendo a los ríos en llamas que brotaban de los volcanes.
Nuevamente la gente corría muerta de miedo.
-¡Únicamente siendo pájaros nos salvaríamos!- gritaban los humanos, mientras trataban de escapar de las calientes llamas.
Confundidos por el desorden, los Dioses transformaron a las personas en gaviotas, golondrina, tzentzontles y muchas otras aves de diversos colores y tamaños para que pudieran salvarse volando hacia los más alto.

-¿Qué haremos ahora?- se preguntaban los Dioses, que una vez más se habían quedado sin seres humanos.
Fue en ese preciso momento que Quetzalcóatl les propuso erigir a Chalchiutlicue, Diosa del agua, cómo nuevo astro solar. Los Dioses estuvieron de acuerdo, y así Chalchiutlicue se convirtió en el cuarto sol, sien embargo tampoco esta vez la idea dio resultado.
Como ella era Diosa del agua, sólo deparó a la tierra inundaciones y lluvias interminables.
La gente estaba nuevamente acorralada por la catástrofe-¡Sólo si fuéramos peces podríamos salvarnos!- gritaban los humanos, apunto de ahogarse.
Entonces, los Dioses accedieron al pedido convirtiéndolos en peces y en todos los demás animales que existen en los mares, en las lagunas y en los ríos.

Y como llovió por días y días el cielo terminó cayéndose sobre la tierra. 
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca Negro, tuvieron que convertirse en un par de árboles para sostenerlo.
Los Dioses quedaron muy tristes porque habían fallado en su intento de crear al sol y, como si fuera poco, habían acabado con la raza humana.